ME FALTARON PALABRAS…

A veces en el amor sobran las palabras, pero en otras ocasiones, simplemente cuando no hay inspiración tampoco se pueden fabricar. Siempre he sido muy conversador, siempre y cuando la otra persona me inspire a conversar, pues cuando no hay inspiración, simplemente palabras no salen, hasta he llegado a creer que soy un tipo tímido e introvertido.

En cuestiones de amor, siempre he pensado que si una mujer no es lo suficientemente interesante como para entablar y mantener una conversación por un buen tiempo sin aburrirte entonces no vale la pena pasar al siguiente nivel. El tiempo pasa, el deseo por la carne se desvanece y aunque el sexo sigue siendo una necesidad, nunca llega a ser todo en una relación, es imprescindible la buena comunicación para lograr los acordes en una relación y si no se pudo cuando se comenzó y el deseo estaba encendido, mucho menos se podrá cuando el deseo se vuelva ocasional.

Una vez estaba saliendo con una fémina que me agradaba bastante (físicamente) y planeé junto a un amigo que también estaba en “plan conquista” hacer una cena de gala para ambas chicas. El plan salio a la perfección, una cenita nítida en casa de mi amigo, llegaron las chicas, cenamos, un postre exquisito, una botella de vino, una musiquita de Luís Miguel y todo a pedir de boca. Mientras estábamos en la casa, las conversaciones eran muy fluidas y todo iba como debía ser, se nos ocurrió irnos a un lugar para sentarnos a conversar individualmente y salimos de la casa, llegamos al sitio, tal como lo habíamos planeado nos dividimos, y comencé a hablar con la jeva, fue tanto el aburrimiento que me provocó que me estaba durmiendo, ya no sabía ni de qué hablar y como estábamos enfrascados en una conversación muy espiritual le pregunté ¿Cuáles son tus sueños? Y ella me respondió hace un par de minutos que me hiciste esa pregunta.

En ese momento, quería que la tierra me tragara, y como no lo hizo, tuve que decirle que lo quería escuchar de nuevo para confirmar. A partir de ese momento, entendí que esa no era la mujer de mi vida y no me equivoqué pues nunca logramos tener una conversación larga e interesante. A partir de ese día cada quien tomó su camino y ya no salimos de nuevo con intereses en común, unos años más tarde me confesó su interés por mí, pero ya era tarde, entonces gozamos juntos el chiste de la cena, algo que para mí también fue una experiencia de vida.

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